miércoles, 7 de marzo de 2018

Halong Bay. Una fuente de conocimientos. Dia 2



El viaje en barco lo hice en compañía de 5 personas. Los presente en el artículo anterior, ahora vendría el tema de la interacción. La pareja suiza estudian, ambos, nano tecnología, la canadiense enseña en jardín y escuela primaria, y la pareja de alemanes eran empresarios. Jóvenes todos ellos, de no más de 35 años.
La primera noche, en la parte exterior del barco, con tragos raros de por medio, empezamos a conocernos mutuamente. Como una especie de presentación, cada uno hablaba, siempre en ingles, a que se dedicaba, y un mini resumen de su vida. Cuando me toco a mí, me presente como estudiante de recursos humanos, lo cual era más fácil decir en ingles que “estudiante de relaciones del trabajo”, y casi sin poder terminar la palabra “humanos”, la chica suiza acoto “no nos llevamos bien jaja”, La deducción era lógica, científicos, estudiantes de nano tecnología, se consideran la formalidad pura, y ven a una persona de recursos humanos, como aquel informal que va a laburar en jean. Una deducción bastante acertada a mi gusto, y orgulloso de la misma. Me pregunto si podía “leer a las personas”, lo cual nunca nadie me había preguntado, y lo cual es algo que me gusta y trato de practicarlo con periodicidad. Lo relaciono con mi profesión.
A la mañana siguiente, el dia empezó temprano, con una sesión de Thai Chi, de unos 30 minutos. Una experiencia del todo nueva, aunque lo encontré tan atractivo espiritualmente. A las 8 am, nos subimos a un barco más chico, que nos condujo a un lugar más lejano, casi a una hora de distancia. Allí empezaría la verdadera aventura.
Más de 2 horas de un intenso kayaking, ya que el agua estaba bastante movida, y el viento no ayudaba, el paisaje te quitaba el cansancio. Pasar por debajo de cuevas alucinantes, sentirse como una hormiga ante tanta majestuosidad de montañas, es una sensación que nos hace pensar en lo diminuto que somos en un mundo tan grande. Cada tanto nos cruzábamos con pececitos que saltaban a los costados del kayak. A su vez, también, te cruzas con locales que viven en la misma bahía, quienes pescan con un hilo, o buscan alimento en las paredes de las montañas. Con los dedos acalambrados, y los brazos entumecidos, al final del recorrido, el alemán, que estaba solo en un kayak, había sido arrastrado por la marea, alejándose del grupo. Con el ok de la canadiense, mi compañera en el kayak, decidí ir en “rescate” del muchacho, al cual termine trayendo con la soga del kayak en mi hombro, a las rastras, hasta nuestra casa barco. A la llegada, los locales del barco miraban la escena, y asomaban alguna risa.
Comimos y volvimos a salir, esta vez a bordo de un bote casero y muy precario, a pescar como un local. El pescador llevaba un sombrero típico, y me eligió a mí como nuevo portador del mismo, cuando quiso ponerlo sobre mi cabeza, se dio cuenta que la misma era más grande que la suya, y la situación resulto muy chistosa para todos arriba del bote. La aventura empezó, dando vueltas con el bote, en una especie de círculo gigante imaginario, donde el hombre daba vueltas con el bote, tirando una red a medida que avanzaba. Luego con unos palos de madera, golpeamos fuerte, y supuestamente con ese ruido atraes a los pescados. El clima no era propicio para la pesca, por lo cual saco 3 cangrejos, algunos peces y una langosta chica, única en el mundo, que solo se consigue en la bahía da Halong.
Mucho frio y viento, pero con experiencias “open mind”, el dia acababa temprano. Estaba bastante cansado, cenamos a las 19, jugamos un par de partidas con cartas junto al grupo, para terminar durmiendo alrededor de las 22.


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