miércoles, 27 de diciembre de 2017

Hanoi - Vietnam - 1era Parte



Llegue a la ciudad después de una larga travesía en el aeropuerto. Resulta que el tramiterio de la visa, lleva sus casi 2 horas junto con el paso por migración. Una vez afuera, el auto del hotel me esperaba, y en menos de 40 minutos estaba en una avenida doble mano, a una cuadra de mi hotel, sin saber cómo cruzar. Los autos pasaban de ambos lados, a donde mirase, no encontraba ni semáforo ni senda peatonal, Yo con la valija y una mochila, sin dudarlo por un segundo, cruce.
En la recepción me atendieron muy amable, de la más cálida bienvenida que tuve en un hotel durante el viaje, me dio algunas explicaciones, y me compro el tren rumbo a Hue, que utilizaría 4 dias después. Deje todo y Salí.
La primera imagen de Hanoi no fue del todo agradable. Una ciudad sumamente caótica, sin ningún tipo de orden en el transito, con las bocinas como máximo artífice del desastre musical, los transeúntes no tienen ningún tipo de prioridad. Ahora, si cruzas, ellos no paran, te esquivan muy hábilmente, pero si te tropezas y te caes, ya no cuentes con esa suerte. Debo decir que esto, no fue de mi agrado. Recorrí un poco la ciudad, con el lago Hoam Kien en el centro, con una historia bastante particular y especial. Compre una entrada para el espectáculo de marionetas bajo del agua, considerado uno de los mejores 3 espectáculos del país, y luego Salí a caminar sin rumbo por la caótica Hanoi.
Me tope con una especie de “La Salada” gigante, con negocios de ropa, calzados, mochilas y bolsos por doquier, y para todos los gustos. Además de los negocios de souvenirs, claro está. Ahora sí, nada tiene precio, es todo para regatear. Compre un par de cosas y fui al mercado Dong Xuang, un mercado orientado al local y al mayorista, donde el turista puede encontrar buenas cosas, buenos precios. La gente por la calle te vende de todo, y cuando digo “de todo”, es DE TODO: 0.
Volví para el centro, y entre al espectáculo de las marionetas. Son 14 historias locales, cada uno diferente, y que tratan y hablan de la historia del país, y de su cultura, mencionando a personas o animales mitológicos como la gran tortuga y el dragón. Todo hecho con marionetas en el agua, en donde los encargados de manejarlos, son actores que se dan a conocer solamente al final de la obra. En ningún momento se ve siquiera un brazo. Tiene una banda de música en vivo, la cual suena de maravilla. Uno de los espectáculos más ricos culturalmente hablando, y un lujo para los ojos.


miércoles, 20 de diciembre de 2017

Chau Laos. Luang Prabang 2da parte

Tenía contratado una excursión de todo el dia para cavernas, ver un campamento de elefantes y terminar en unas cascadas. Eran 3, de los lugares más emblemáticos de la ciudad, y de todo Laos. La investigación previa me causaba mucha intriga, y era uno de esos dias que esperas con ansias.
En Luang Prabang, me quede en un hostal, que está ubicado en medio de una especie de barrio humilde, con calles de tierra y casitas humildes. La camioneta me venía a buscar a las 8 am, que me llevaría a encontrarme con el resto del grupo para empezar la excursión. Llego tarde, y en el tiempo de espera paso una de esas cosas que te llenan un poco el alma.

En la puerta del hotel, un nene de 8 años peloteaba contra la pared del hotel, solo pero divirtiéndose. Cuando salgo, me apoyo contra un árbol a mirarlo, y no paso más de 20 segundos, que el niño me miro y me tiro la pelota, como invitándome a jugar. Este es un claro y hermoso ejemplo de cómo a veces no existe barrera en el idioma, y si existe un idioma universal. El nene tenía la camiseta del barca, con la 10 de messi en la espalda. Pensé en decirle que era argentino, pero supongo que ahí si el idioma iba a ser una barrera, así que me mantuve en silencio intercambiando golpes de pelota de un lado de la calle a la otra. La camioneta no venia, y yo ni me preocupaba. Al ratito de estar peloteando, sale de una casa un chico mas grande, por deducción supuse que podía ser el hermano, que mirándome, armo un triangulo imaginario, y empezó a pelotear con nosotros. Y así la espera paso inadvertida. La camioneta llego, pero yo no me quería despedir de los chicos, así que haciéndoles la seña de “espera”, me fui hasta mi habitación, agarre la remera de la selección argentina que tenía en la valija, y se la regale al niño más pequeño. En un acto de pureza total, el niño atino a sacarse la camiseta del barca, pensando en que estaba metido en una especie de intercambio. A penas vi el movimiento de sus brazos, lo detuve, haciéndole entender que no me tenía que dar nada, los salude, y me subí a la camioneta. Creo que no llegaron a caer, ya que no pudieron levantar sus brazos para saludarme, solo se quedaron mirando.

Ahora sí, la excursión. En el trayecto del hotel a la primera parada del dia, el transporte paro en 2 aldeas muy humildes, en donde además venden diferentes tipos de artesanías, y el turista puede ayudar, y ver a quien está ayudando. Luego fuimos al primer escenario. Las 2 cuevas budistas, a las cuales se llega mediante una especie de barco alargado, luego de un recorrido de no más de 45 minutos. Son dos cuevas, una que se mantiene con una oscuridad total, y la otra es más abierta, por lo que la luz del sol te da cierto margen de maniobra dentro de la cueva. Son lugares naturales, mágicos, que albergan diferentes colecciones de estatuas budas, de todos los tamaños. Muy estilo Indiana Jones.

Luego de ahí, fuimos a un campamento de elefantes, en donde te enseñan cómo cuidarlos, a darles de comer y hasta bañarlos, aunque yo termine mas bañado que el elefante que bañe. Una paradoja y anécdota muy divertida. Comen bamboo, y no se conforman con una, sino que piden varias que van almacenando en la trompa, para luego meterse todas juntas. Es algo que hay que vivir, aunque ojo con los lugares que te dejan montarlos en esos sillones de madera sobre sus lomos, porque supuestamente los animales sufren mucho, de chicos, para de grande poder soportar eso.
Para el final, la frutilla del postre. Con casi 2 horas de camino, desde el campamento de elefantes, llegamos a las cuevas “Kuang Si Falls”, por lejos, el complejo natural, más maravilloso que vi en mi vida. Acá las palabras sobran totalmente, pero tratare de resumir mi experiencia con diferentes adjetivos calificativos. Agua celeste, no transparente, ya que en el fondo alberga como una especie arcilla la cual es beneficiosa para la piel, según decían. Tiene diferentes lugares para que te puedas meter, apenas llegue lo hice. No había nadie en el agua, literalmente nadie. Me saque la remera, la zapatilla y me metí. No tenía toalla, ni ropa de repuesto, algo que me percate después, cuando costaba secarse a la sombra. El agua estaba helada, muy fría, aunque el lugar ameritaba un esfuerzo para que aguante eso. Mientras más caminas por el complejo, encontras diferentes ollas para tirarte desde un tronco, o meterte desde la superficie. Y al final del camino, las cataratas Si Falls, con caídas de 50 metros, hacen de un espectáculo único, maravilloso, contenedor, sanador. El lugar natural más increíble que conocí en mis viajes.

Y así termino el dia. Un dia de esos que cuando llegan al final, te das cuenta porque te gusta viajar, y cuanto bien hace. Laos es un país abrazador, amigable, chico, y contenedor, que sin duda hay que conocer, y al cual ya marque para volver. Muy natural, y todavía no muy pisado por los turistas.  


martes, 12 de septiembre de 2017

Luang Prabang - Laos




Luang Prabang – Laos
 

Dia 7

Era una de las dos ciudades que mas expectativa me generaban antes de emprender el viaje. Tenía mucha ilusión de conocer una ciudad de la cual había leído mucho, pero la imaginación jugaba un papel fundamental a la hora de querer conocerla. Llegue rápido al hotel, ubicado en calles de tierra, en una especie de barrio humilde. En el hotel agarre una bicicleta que me ofrecían gratis, y Salí a recorrer.

Primera y última vez que haría esto. No es bueno conocer una ciudad en bici, y menos en un primer dia, donde claramente no sabes dónde ir, y en bicicleta te pierdes y cansas más rápido. Una de mis características es mi falta de paciencia, y acá no iba a ser la excepción. En menos de 3 horas de recorrida, la cadena de la bicicleta se me salió por lo menos 3 veces, y en cada “arreglo”, para el final, mis manos quedaron negras y engrasadas, lo cual sería un trabajo difícil de limpiar. La arregle por última vez, y antes del mediodía regrese al hotel para dejarla y no montarla nunca más.

Ahora sí, Salí caminando, como se debe recorrer una ciudad y como más me gusta hacerlo. Agarre otro camino, con senderos que con la bici me hubiese sido imposible. Para llegar al centro, del lado donde estaba ubicado mi hotel, hay que cruzar un puente de bamboo, el cual reconstruyen todos los años, ya que con la creciente del rio, el puente de destruye, es por eso que está abierto 6 meses al año. 

Ahí encontré una de las imágenes mentales mas lindas del viaje, y uno de los momentos de mayor relajación y encuentro conmigo mismo. Estaba parado en la arena del borde del rio, con aguas cristalinas con tono verde por algunas algas, mirando un paisaje tan natural, que no estaba seguro que pertenecía a este mundo. 

Cruce el puente, y llegue a la avenida principal. Muy parecida a su antecesora Vientiane, Luang Prabang posee rincones únicos, con muchos templos y esculturas budas. Subí a la colina Pho Si, para presenciar mi primer atardecer, y la caída del sol. Estaba demarcado como el mejor punto de la ciudad para hacerlo, y también decían que había que ir temprano,  para conseguir un buen lugar para presenciar dicho fenómeno natural. Con dos horas de espera, el sol en la cara, el calor en el cuerpo, y leyendo un libro, la espera paso inadvertida, pese a que los rayos solares se hacían sentir con fuerza. El lugar se lleno de turistas, y a la hora señalada las cámaras y los celulares estaban ajetreados de tanto trabajo. Un lindo atardecer por detrás de las montañas dio paso a la noche.

La noche con mosquitos y humedad, apareció de golpe. Baje por el lado contrario del que había subido, ya que ahí empezaba el mercado nocturno de la ciudad, un mercado bien casero, con artesanías de todo tipo. Yuyos, té y café de variados sabores, hicieron del paseo algo entretenido.
Volviendo para el hotel, debía encontrar devuelta el puente de bamboo, ya que es la única forma de cruzar hacia el otro punto de la ciudad. Casi medianoche, y con las calles muy oscuras, se ve hizo difícil encontrar el puente. Hasta que después de un tiempo transpirando, y mirando mi mapa en el celular, lo encontré. Iluminado con una especie de soga con luces led, parecía una imagen de una película animada. Vale aclarar que para cruzar el puente, se paga una vez por dia 5000 kip.

Próximamente dia 8 en Luang Prabang, y despedida de Laos. 


lunes, 7 de agosto de 2017

Vientiane - Laos.




Dia 5 y 6 – Vientiane – Laos.

Nunca me fue tan sencillo y ágil el tramiterio en el aeropuerto de un país. Tuve que sacar la visa “on arrival” por U$$30, pase inmigración, agarre mi valija y salí del aeropuerto. Todo eso no me llevo más de 20 minutos. Una vez ahí, tome un taxi rumbo al hotel por 57.000 kip (moneda de laos). El hotel estaba ubicado a una cuadra de la avenida principal y a unas 6 cuadras del Patuxai, una especie de arco de triunfo, muy parecido al ubicado en Paris. Era una ciudad, que previo al viaje no me generaba mucho, por eso cualquier acontecimiento será una sorpresa. Deje las cosas del hotel, por cierto llegue tipo 15 hs, y Salí. Fue la primera gran sorpresa del viaje. En cada esquina te encontras con un complejo de templos, uno más impresionante que el otro, y sin gente, sin turistas con cámaras, solo la compañía de algún que otro monje con su típica vestimenta de color naranja, dando vueltas por ahí. Caminando sin rumbo, no paraba de asombrarme en cada esquina y cada rincón de esta ciudad, que ya con solo horas de caminata me tenía atrapado. 

Llegado el atardecer, la noche caía junto al rio Mekong, y junto a ese rio se arma el mercado nocturno de Vientiane. Un lugar marcada por sus puestos rojos, que venden cosas similares a los mismos precios. Un mercado interesante para comprar ropa súper barata, calzado, electrónica (de dudosa procedencia) y souvenirs. Estaba con pantalones cortos, y me había olvidado el repelente para mosquitos. Nunca sufrí tanto a estos bichos, caminando de noche, en las orillas del rio, fui carne de cañón de los bichitos chupa sangre. Saliendo del mercado, una ciudad muy tranquila, con aire de campo, con gente humilde y varios dignos de pobreza. Es la capital de Laos. Saliendo del mercado, comí en un restaurante local, muy tranquilo, una especia de local familiar, en donde me sentí como en casa. Luego de eso volví al hotel. 

Dia 6
Me desperté tarde. Salí a las 10 am, y en la esquina del hotel los tuk tuk me llamaban para ofrecerme servicios. Arregle con uno de ellos, y con un viaje ida y vuelta me llevo hasta el parque buda. Un complejo de estilo único. 1 hora de viaje, pasando por un 80 % de caminos de tierra, con casitas muy humildes, y gente comiendo mirando los autos pasar. Una tranquilidad y amabilidad que se notaba en el aire. Un país que ya en tan poco tiempo empezaba a dejar marcas en mí. Llegue a uno de los complejos más impresionantes que visite en mi vida. El calor y la humedad eran casi insostenibles, las botellas de agua se evaporaban, y perdía la cuenta de la cantidad que tomaba. 8.000 kips la entrada, con la cámara de fotos, y entras a un parque lleno de esculturas budas, con diferentes estilos y expresiones. Tiene una estatua gigante, similar al buda reclinado visitado en Bangkok, pero no de oro. La escultura más importante es una especie de árbol de vida, con 3 pisos, en donde se accede por medio de una boca, y se sale en el techo, por otra. Algo bastante loco, en su interior albergaba esculturas de toda índole, con cabezas cortadas, uno atacando a otro, situaciones que no me coincidían mucho con lo visto en los templos budistas. Pero si muy impresionante. Arriba de todo, tenes una especie de terraza donde podes apreciar en todo su esplendor el parque.
El parque se puede recorrer en menos de 2 horas, volví con el tuk tuk,  que te espera el tiempo necesario, y fui al centro de la ciudad, al Patuxai (el arco), en donde por 3000 kip subí a lo alto del monumento. Desde afuera, justo abajo del arco, y mirando hacia arriba podes apreciar la obra casi minuciosa y detallista del arco. Me hizo acordar mucho a los techos del Museo Louvre. El dia termino caminando sin sentido y sin rumbo, por una ciudad chica, en donde si te perdías era fácil encontrar el rumbo, me hice 2 masajes, uno de los cuales fue muy raro, pero muy raro, y otro un poco doloroso. Lo cual se torna un poco en costumbre, los masajes raros, porque nunca sabes que estás contratando, y algún que otro doloroso.