El viaje en barco lo hice en compañía de 5
personas. Los presente en el artículo anterior, ahora vendría el tema de la interacción.
La pareja suiza estudian, ambos, nano tecnología, la canadiense enseña en jardín
y escuela primaria, y la pareja de alemanes eran empresarios. Jóvenes todos
ellos, de no más de 35 años.
La primera noche, en la parte exterior del
barco, con tragos raros de por medio, empezamos a conocernos mutuamente. Como
una especie de presentación, cada uno hablaba, siempre en ingles, a que se
dedicaba, y un mini resumen de su vida. Cuando me toco a mí, me presente como
estudiante de recursos humanos, lo cual era más fácil decir en ingles que “estudiante
de relaciones del trabajo”, y casi sin poder terminar la palabra “humanos”, la
chica suiza acoto “no nos llevamos bien jaja”, La deducción era lógica, científicos,
estudiantes de nano tecnología, se consideran la formalidad pura, y ven a una
persona de recursos humanos, como aquel informal que va a laburar en jean. Una deducción
bastante acertada a mi gusto, y orgulloso de la misma. Me pregunto si podía “leer
a las personas”, lo cual nunca nadie me había preguntado, y lo cual es algo que
me gusta y trato de practicarlo con periodicidad. Lo relaciono con mi profesión.
A la mañana siguiente, el dia empezó temprano,
con una sesión de Thai Chi, de unos 30 minutos. Una experiencia del todo nueva,
aunque lo encontré tan atractivo espiritualmente. A las 8 am, nos subimos a un barco
más chico, que nos condujo a un lugar más lejano, casi a una hora de distancia.
Allí empezaría la verdadera aventura.
Más de 2 horas de un intenso kayaking, ya que
el agua estaba bastante movida, y el viento no ayudaba, el paisaje te quitaba
el cansancio. Pasar por debajo de cuevas alucinantes, sentirse como una hormiga
ante tanta majestuosidad de montañas, es una sensación que nos hace pensar en
lo diminuto que somos en un mundo tan grande. Cada tanto nos cruzábamos con pececitos
que saltaban a los costados del kayak. A su vez, también, te cruzas con locales
que viven en la misma bahía, quienes pescan con un hilo, o buscan alimento en
las paredes de las montañas. Con los dedos acalambrados, y los brazos entumecidos,
al final del recorrido, el alemán, que estaba solo en un kayak, había sido
arrastrado por la marea, alejándose del grupo. Con el ok de la canadiense, mi
compañera en el kayak, decidí ir en “rescate” del muchacho, al cual termine
trayendo con la soga del kayak en mi hombro, a las rastras, hasta nuestra casa
barco. A la llegada, los locales del barco miraban la escena, y asomaban alguna
risa.
Comimos y volvimos a salir, esta vez a bordo
de un bote casero y muy precario, a pescar como un local. El pescador llevaba
un sombrero típico, y me eligió a mí como nuevo portador del mismo, cuando
quiso ponerlo sobre mi cabeza, se dio cuenta que la misma era más grande que la
suya, y la situación resulto muy chistosa para todos arriba del bote. La
aventura empezó, dando vueltas con el bote, en una especie de círculo gigante
imaginario, donde el hombre daba vueltas con el bote, tirando una red a medida
que avanzaba. Luego con unos palos de madera, golpeamos fuerte, y supuestamente
con ese ruido atraes a los pescados. El clima no era propicio para la pesca,
por lo cual saco 3 cangrejos, algunos peces y una langosta chica, única en el
mundo, que solo se consigue en la bahía da Halong.
Mucho frio y viento, pero con experiencias “open
mind”, el dia acababa temprano. Estaba bastante cansado, cenamos a las 19,
jugamos un par de partidas con cartas junto al grupo, para terminar durmiendo
alrededor de las 22.
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