A las 7 arriba, desayuno y en bote rumbo a una aldea de
pescaderos dentro de la bahía. Llegamos y nos subimos a un bote local, donde
una señora local nos llevo a pasear por la aldea. Las casas, la escuela
primaria y algunas zonas que se asemejaban a granjas, donde tienen todo lo
necesario para la pesca. Una aldea en donde deben vivir unas 20 familias, con
los perros custodiando las entradas, a las casas, las cuales ubicadas en una especia
de puerto precario, se hace difícil acceder, si no es en bote. Al final de
paseo te muestran como hacen las joyas, y el proceso de cómo sacan las perlas
de las almejas, para luego convertirlos en joyas caras.
De vuelta al barco, comimos y a las 11, desembarcamos en
el puerto, para tomar la combi que nos llevaría de vuelta a Hanoi, en un viaje
de casi 5 horas. Las personas que conocí, cada una distinta a otra, me hicieron
practicar mi ingles y poder abrir un poco más mi mente. Uno de los objetivos de
este viaje. Fueron 3 dias en donde sin señal alguna de wifi, sin comunicación con
mis seres queridos a miles de kilómetros de distancia, el aislamiento fue total.
Y la reflexión era constante, noche tras noche, experiencia tras experiencia.
El silencio total, el ruido del agua chocando con las montañas, algún que otro
pez saltando en la oscuridad, marcaban una paz que no volvería a vivir en el resto
del viaje.
Una vez en Hanoi, tuve que regresar a mi hotel, donde muy
amablemente me habían guardado las valijas. Ahí, además, debía retirar el
boleto del tren que ellos mismos me habían conseguido, el cual me llevaría a
Hue. Apenas llegue, la recepcionista me saludo acordándose de mí, me entrego
mis valijas, y me explico cómo llegar a la estacion de trenes, e incluso me
acompaño (hasta muy cerca) para que no me pierda en el recorrido.
Al entrar a la estacion, el miedo se empezó a apoderar de
mí de a poco. No había carteles en ingles, solo números, no sabía cuál era la
puerta de salida de mi tren, lo único que tenía era el horario de salida del
tren. Era las 18:13 y mi tren salía 20:20. Pensé “tengo por lo menos hasta las
19 para relajarme, y después entrar a pensar a ver como consigo dar con mi tren”.
En ese breve periodo, me bajo un poco de nostalgia, luego de haber vivido la
experiencia en el barco en Halong bay, algo que me había sucedido, parecido, al
salir de Laos. Me planteo, en un futuro no muy lejano, hacer un viaje en moto
por Vietnam con mi papa. Creo que sería muy enriquecedor para ambos.
Luego de analizar la situación, ver empleados y demás,
logre dar con mi tren que salió 20:20 puntual rumbo a Hue. Ahora el siguiente
dolor de cabeza seria, “como saber cuándo me tengo que bajar, ya que no gritan
el nombre de las estaciones cuando están llegando”. Solo deseaba que no se
retrase, y que el horario de llegada coincida con la llegada a una nueva
ciudad. En este caso Hue.
El tren, bastante precario, con una habitación, con dos
camas cuchetas, me había tocado una de arriba, pero bastante cómodo para poner
todas tus valijas y elementos personales. En las camas de abajo, había una
pareja cuasi anciana de holandeses, a lo cual el primer tema de conversación,
fue la reina Máxima. Luego llegaría una chica asiática, para completar la habitación.
El baño, un agujero en el piso muy sucio, sirvió solo para las necesidades de
primer orden. Ni a lavarme los dientes me anime.
El tren va lento, tiene muchas paradas, y se mueve un
poco. Pero al momento de dormir no tuve problemas. A las 8, según mis cálculos tenía
que llegar, y a esa hora el tren paro y me baje.
No me había equivocado.
Próximamente. Hue – La ciudad amurallada (cara) y sin
encanto.
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