Dia 5 y 6 – Vientiane – Laos.
Nunca me fue tan sencillo y ágil el tramiterio en el
aeropuerto de un país. Tuve que sacar la visa “on arrival” por U$$30, pase inmigración,
agarre mi valija y salí del aeropuerto. Todo eso no me llevo más de 20 minutos.
Una vez ahí, tome un taxi rumbo al hotel por 57.000 kip (moneda de laos). El
hotel estaba ubicado a una cuadra de la avenida principal y a unas 6 cuadras
del Patuxai, una especie de arco de triunfo, muy parecido al ubicado en Paris.
Era una ciudad, que previo al viaje no me generaba mucho, por eso cualquier
acontecimiento será una sorpresa. Deje las cosas del hotel, por cierto llegue
tipo 15 hs, y Salí. Fue la primera gran sorpresa del viaje. En cada esquina te
encontras con un complejo de templos, uno más impresionante que el otro, y sin
gente, sin turistas con cámaras, solo la compañía de algún que otro monje con
su típica vestimenta de color naranja, dando vueltas por ahí. Caminando sin
rumbo, no paraba de asombrarme en cada esquina y cada rincón de esta ciudad,
que ya con solo horas de caminata me tenía atrapado.
Llegado el atardecer, la noche caía junto al rio Mekong,
y junto a ese rio se arma el mercado nocturno de Vientiane. Un lugar marcada
por sus puestos rojos, que venden cosas similares a los mismos precios. Un
mercado interesante para comprar ropa súper barata, calzado, electrónica (de
dudosa procedencia) y souvenirs. Estaba con pantalones cortos, y me había
olvidado el repelente para mosquitos. Nunca sufrí tanto a estos bichos,
caminando de noche, en las orillas del rio, fui carne de cañón de los bichitos
chupa sangre. Saliendo del mercado, una ciudad muy tranquila, con aire de
campo, con gente humilde y varios dignos de pobreza. Es la capital de Laos.
Saliendo del mercado, comí en un restaurante local, muy tranquilo, una especia
de local familiar, en donde me sentí como en casa. Luego de eso volví al hotel.
Dia 6
Me desperté tarde. Salí a las 10 am, y en la esquina del
hotel los tuk tuk me llamaban para ofrecerme servicios. Arregle con uno de
ellos, y con un viaje ida y vuelta me llevo hasta el parque buda. Un complejo
de estilo único. 1 hora de viaje, pasando por un 80 % de caminos de tierra, con
casitas muy humildes, y gente comiendo mirando los autos pasar. Una
tranquilidad y amabilidad que se notaba en el aire. Un país que ya en tan poco
tiempo empezaba a dejar marcas en mí. Llegue a uno de los complejos más
impresionantes que visite en mi vida. El calor y la humedad eran casi
insostenibles, las botellas de agua se evaporaban, y perdía la cuenta de la
cantidad que tomaba. 8.000 kips la entrada, con la cámara de fotos, y entras a
un parque lleno de esculturas budas, con diferentes estilos y expresiones.
Tiene una estatua gigante, similar al buda reclinado visitado en Bangkok, pero
no de oro. La escultura más importante es una especie de árbol de vida, con 3
pisos, en donde se accede por medio de una boca, y se sale en el techo, por
otra. Algo bastante loco, en su interior albergaba esculturas de toda índole,
con cabezas cortadas, uno atacando a otro, situaciones que no me coincidían mucho
con lo visto en los templos budistas. Pero si muy impresionante. Arriba de
todo, tenes una especie de terraza donde podes apreciar en todo su esplendor el
parque.
El parque se puede recorrer en menos de 2 horas, volví
con el tuk tuk, que te espera el tiempo
necesario, y fui al centro de la ciudad, al Patuxai (el arco), en donde por
3000 kip subí a lo alto del monumento. Desde afuera, justo abajo del arco, y
mirando hacia arriba podes apreciar la obra casi minuciosa y detallista del
arco. Me hizo acordar mucho a los techos del Museo Louvre. El dia termino
caminando sin sentido y sin rumbo, por una ciudad chica, en donde si te perdías
era fácil encontrar el rumbo, me hice 2 masajes, uno de los cuales fue muy raro,
pero muy raro, y otro un poco doloroso. Lo cual se torna un poco en costumbre,
los masajes raros, porque nunca sabes que estás contratando, y algún que otro
doloroso.
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